“Nietzsche soñó con un hombre que no huyera más de un destino trágico,
sino que lo amara y lo encarnara plenamente, que no se mintiera más a sí mismo
y se elevara por encima del servilismo social”
George Bataille
La vida se desborda de forma abrumadora en ocasiones,
se impone la realidad de un cautiverio no anunciado, doloroso, incluso a veces,
aplastante. Es en esos “entres” cuando me cuestiono de forma casi ineludible
acerca de la pertinencia de la filosofía en todo ello, de mi habitar el mundo
con una visión crítica, de andar a media noche entre largos pasillos de
hospital recordando a Spinoza, a Zaratustra, al mismo Kant; todo para descubrir
que en el momento de las decisiones trascendentes jamás hago consiente la
influencia de mis estudios en ellas, no por lo menos de forma inmediata, y es
entonces cuando la reflexión se vuelve la estrategia de vida para atravesar por
esos áridos desiertos que crecen, y Nietzsche retumba “para todos y para
nadie”.
Entre tanta vida a veces me diluyo para poder
respirar de nuevo las letras, que desde hace años, me convencen a cada momento
de que no son sólo letras, que la filosofía tiene que ser de carne y hueso,
llena de sangre roja y palpitante, que aquel divorcio entre razón y sensibilia
es la ilusión del genio maligno que acecha pero no perdura.
Es ahora cuando quiero morder la carne viva del
vitalismo de Nietzsche, de Bergson y claro, del que desde antes lo imaginó
posible y lo asumió con todas sus consecuencias; Spinoza. Aquí entonces el
resultado de estos días que me prueban demasiado humana, aquí la persuasión de
la filosofía al respecto de la vida, aquí mis lecturas de Bachelard y Nietzsche
en tanto estrategia de vida.
La filosofía vitalista tiene como primera
distinción del racionalismo filosófico entender la realidad como proceso, tratar
del ser en devenir, es decir, es heredera de Heráclito. En lo antropológico la
libertad es no sólo característica de la voluntad, sino esencia del ser hombre,
se abandona el concepto tradicional de razón (abstracta, especulativa o
científica) para considerar la razón como vital o histórica.
El vitalismo es una reacción ante una
tradición de corte racionalista y en plena modernidad (idealismo alemán que en
gran medida le debemos a Kant) que intentaba determinar los planos del ser y su
constitución moral.
El
vitalismo exalta la vida como realidad radical, la vida es lo sustancial del
hombre y se constituye en él, se vuelve en herramienta para conocer la
realidad, la intuición que simpatiza con lo que se quiere conocer teniendo experiencias
vitales de esas cosas antes de racionalizarlas.
“El
conocimiento poético del mundo precede, como conviene, el conocimiento
razonable de los objetos. El mundo es bello antes de ser verdadero. El mundo es
admirado antes de ser verificado”. Bachelard
Axiológicamente no hay otro criterio para
jerarquizar los valores más que la vida.
Los vitalistas entienden el concepto de vida mucho
más allá que un proceso biológico desarrollado durante un periodo de tiempo, la
vida es irreductible a cualquier categoría extraña a ella misma.
El vitalismo plantea una fuerte crítica a la
modernidad, utilizando las mismas categorías que le brinda la modernidad para
hacerlo posible, es la misma tradición la que le da el marco para juzgar a la
modernidad que se le presenta cómo decadencia, injusticia y enajenación. La
opción vitalista es afirmar al hombre en la vida, y dejar de ser él mismo la
negación del hombre cómo sucede en la modernidad, en donde a pesar de los
avances científicos y la racionalidad del desarrollo socio-cultural se dio
lugar a terribles guerras mundiales, hambrunas, religiones que niegan los
principios vitales y que niegan su propia naturaleza.
Ante todo esto el vitalismo despliega sus senderos
utópicos, y Nietzsche afirma que la esencia más íntima del mundo es la voluntad
de poder y el superhombre, en este contexto, de nuevo coloca el problema del
hombre en primer plano.
Tras
la razón debemos concebir algo irracional, más importante, más edificante, que
constituirá una voluntad única, que se esfuerza en dar explicación al mundo.
“Vivamos resueltamente, de manera total, plena
y bella” Nietzsche
Se puede entender la totalidad de la filosofía de
Nietzsche como el intento más radical de hacer de la vida lo Absoluto, la vida no tiene un fundamento
exterior a ella, tiene valor en sí misma. La vida entendida fundamentalmente en
su dimensión biológica, instintiva, irracional, la vida como creación y
destrucción, como ámbito de la alegría y el dolor. Nietzsche creyó posible
medir el valor de la metafísica, la teoría del conocimiento y la ética a partir
de su oposición o afirmación respecto de la vida.
Lo
real para Nietzsche es la vida como reiteración de una voluntad que quiere
querer, la vida es sobreabundancia, es ir más allá de sí misma, de toda
metafísica limitante en formas y esquemas, la vida cómo juego, arte y risa que
crea sus propias reglas y destruye las que otros han creado para ella.
Para
Nietzsche la vida es lo suficientemente sagrada para justificar en sí misma
todo sufrimiento, la vida no requiere premios post mortem para cobrar valor. El placer primordial es profundo y
eterno, más aún que el sufrimiento, por ello no toda creación es necesariamente
mero afán de ocultar el dolor, puede ser también el deseo de retornar al placer
primordial, al núcleo de la vida, de vivir la experiencia de la verdad en la
plenitud del dolor y en la plenitud del placer de la vida.
Hay
en Nietzsche una constante profesión de ateísmo, que publica reiteradamente con
la expresión: “Dios ha muerto”. Pero Dios no es sólo una tesis de algunos
filósofos creyentes, sino la condición última, definitiva de la existencia de
todo lo sensible. Toda la cultura occidental y la metafísica que la fundamenta
se ha construido sobre la distinción, entre el mundo espiritual y el mundo sensible,
situando a Dios en la cúspide de toda la realidad. Para Nietzsche el ateísmo
trágico debe suprimir esta metafísica, para que sólo sobreviva el espíritu del
hombre. Así reivindicamos a Dionisos, porque él simboliza la afirmación de esta
tierra como único mundo.
Por
un lado Nietzsche es destructor de ídolos y por otro lado debe levantar nuevos
ídolos. Hay que destruir aquellos ideales que carecen de vida para identificar
el nuevo lugar que ocupará el hombre. En el aspecto negativo se encuentra el
entendimiento humano que critica y en el aspecto positivo la historicidad, que
es la vida (por historicidad se entiende la conciencia que posee el hombre de
su propio transcurrir en el tiempo).
Cuando
se siente la separación entre lo racional y lo vital se formula la pregunta
¿qué es el hombre?, aquí Nietzsche considera que el cuerpo tiene una dimensión
psíquica, el cuerpo es psique, y al plantear la posibilidad de un superhombre
regresa a la utopía a a la reconstrucción, el superhombre es el que se vincula
con la vida, es quién hace caso al “self”, al sí mismo, quien no haga esto
encontrará que la vida se oculta y entonces lo que surge es la nada.
Y
es aquí cuando regresamos momentáneamente a Heráclito: “El camino de ida y vuelta es uno y el mismo”.
La
afirmación de un único mundo que está más allá del bien y del mal apunta a un
radical cambio de valores. La vida es el principio supremo que destruye los
valores tradicionales de la filosofía occidental y de la religión, la moral
cristiana es una moral esclava, sobre ella debe triunfar la moral de los
señores, que llenos de vida e identificados con la tierra se imponen por la
fuerza.
En
la concepción de la naturaleza humana de Nietzsche predomina lo biológico, el
hombre es uno de los animales, todo lo que ha hecho y hace el hombre es
continuación de la animalidad. Pero el hombre es el único animal todavía no
fijado. Los demás animales tienen en el instinto el medio infalible para llegar
a ser lo que son, y el hombre no. Hay algo fundamentalmente defectuoso en el hombre,
dice Nietzsche que es como una enfermedad en el universo, y eso, sin embargo,
constituye a la vez su valor. ¿Qué es lo que hace que el hombre se convierta en
la enfermedad del universo? ¿Qué hace que aún el hombre no esté fijado?
Seguramente está en que el hombre ha innovado, ha provocado al destino más que
ningún otro animal. Ha sido el único en luchar con el animal y con la naturaleza
para llegar a dominar, ha sido el único eternamente vuelto hacia el futuro. El
peligro que corre el hombre al no encontrar el camino de regreso al superhombre
por el camello, el león y el niño, está en volver a ser como los otros
animales, convertirse en animal doméstico y terminar fijado erróneamente.
Por
ser el hombre el único animal no fijado puede cambiar, y en ello se constituye
su libertad. El hecho de las libertades nos introduce en la moralidad. El
hombre que no se somete a las leyes de la naturaleza obedece a una moral, y
bajo esa moral llega a ser lo que es.
Nietzsche quiere restituir al mundo y al hombre el
señorío sobre el tiempo, sobre la existencia. El tiempo es la duración circular
en la que orbita el universo eterno. La muerte de Dios supone el hundimiento de
la cultura occidental sostenida en el otro mundo; es en el mundo, en lo finito,
donde hay que buscar la energía de la creación, la voluntad de poder; pero si
el mundo no es lo infinito, sino lo finito, la eternidad sólo puede ser pensada
como eterno retorno. Con él Dios ya no es necesario. El eterno retorno es para
el hombre superior un motivo de gozo cósmico y profundo en la estructura del
tiempo. Vivamos de modo tal que queramos repetir este instante eternamente.
P.