La belleza
No es más que un paradigma, no
hay tal cosa como la belleza intrínseca, tal parece que lo que en verdad
resulta importante es aquello que opina el otro, el que me valida, el que no lo
hace, el comentario burdo y siempre impersonal sobre el aspecto externo, al
diablo con la creencia de que lo bello es bello sin importar quién opine lo
contrario.
Algo deja de serlo si no existe una comunidad que asiente al
respecto, y eso mismo puede tener todas las cualidades para ser lo que quiera
ser (como el mundo mismo) y no ser nada, ser basura de opinión pública, brotes
de luz asfixiados por humos densos de concordancia casi política.
El horror de la belleza recae en
aquel que la considera bella, en quien se coloca en la tarima del juicio nunca
justo y siempre justificad;, nada es bello, todo lo es. Despierta mundo, no
existe tal cosa como “lo bello”, en su lugar hemos dejado habitar algo llamado
“eso es bello”, un dedo (cuando menos), un indicativo, una señalización, un
juicio de valor que siempre nos lleva consigo, algo que hemos aprendido a hacer
desde que tenemos forma de aprender a hacerlo, la belleza se convierte en
juicio, la belleza no existe, se crea y se destruye a placer, con o sin razón,
es creencia ya sea verdadera o no, es justificación; entonces la belleza no es
conocimiento de nada, nos entra por lugares erróneos, necesariamente tendría
que ser perceptual, afección y reacción en cadena, pero no lo es.
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