Como les explico?, A quien le digo? Contarlo es presuntuoso, pocas personas entenderían los momentos inefables en los que juntas nos sumergimos y respiramos burbujas azucaradas con tintes de cualquier color. Describiríamos la visita relámpago al baño de “niñas” (literalmente) del museo de Antropología, cruzamos reforma y de la mano nos pusimos chaleco y lentes de aventura para pedalear en el lago temprano, el cielo nublado y hermoso, el pato nadando por ahí, nuestra caminata en busca del tren de los sueños y el descubrir tanto en un mismo sitio verde y lejano, la bolsita de naranjadas y burbujas en la paquetería del museo de arte moderno, la sangre y el miedo, Morales y su cuento fantástico que aún ahora me arrebata una sonrisa en el rostro, el descanso en la escalera bajo el globo cubierto de cartulinas, la tienda apretada y la decepción por la desaparición repentina de la favorita, la búsqueda por un aperitivo y el camino de ardillas que recorriste conmigo sin perderlas de vista, no vaya a ser!!, la novedad de charrito en su calidad de limón con “harta salsa” sentadas afuera del Tamayo, Lisa y sus cuadros de gran formato con su debida cédula explicativa “se le informa a todos los visitantes que en esta exposición tenemos cuadros con mujeres desnudas”, el rosa y el amarillo, el verde y la rápida visita a la sala aburrida de la derecha, nuestro taller y esos objetos dignos del MARCO montados en bases giratorias (ajá), el capuchino y las crepas reposadas en la banca azul metálica con vista al cielo una vez más, la lluvia incipiente y la hamburguesa en la zona, la espera por el fotógrafo incógnito y el cine gay con la película Hallmark cutre y de mal ver, dormir juntas y escuchar la regadera por la mañana entre sueños sabiendo que dentro de muy poco el turno pasaría a ser mío, la búsqueda del tiempo libre y planear el resto del día juntas, decidiendo, sabiendo que sería un gran día, nublado e intimo, nuestro, otra vez. Llegar al centro, encontrar el teatro y pagar los boletos, llegar a Bellas Artes y dejarnos guiar hacía los murales, descubrir a la mujer dando a luz en un Tamayo, y participar activamente en resolver el misterio de un Rivera o era un Siqueiros? Caminar de prisa al teatro y sentarnos en segunda fila, ver y escuchar la mejor obra que hayamos visto juntas, dejarnos seducir por el sonido del Chelo y apretarnos la mano instintivamente, platicar y dejarnos sorprender por el contenido de la obra, esperar a las actrices con un cigarro en la mano y en lugar de verlas a ellas platicar con una mujer mayor sobre la guerra y el mundo tras sus ojos después de 87 años, caminar por la Alameda y ser testigos de la verbena popular y tu club de fans (a quienes por cierto, ya les solicité unirme) llegar al Laboratorio y quedar boquiabiertas con la exposición de luz y sombra, perdernos en el laberinto de espejos y encontrarte siempre, irremediablemente, inefablemente, verte sentada en el piso preguntándole a una niña de 4años cuál es el siguiente paso, recostarnos juntas y desear silencio en el museo, manipular los “juguetes” y salir felices bajando la gran escalera curva, descubrir el lugar de los “grandes bailongos dominicales” en la Alameda, después el pinche Chino que nunca se cumple y los tlacoyos recién hechos que me cayeron mejor que el fallido rollito primavera, la siesta de 10 minutos mientras buscabas la siguiente actividad, llegar al circo y darnos cuenta de que nuestro presupuesto no daba pa´ elefantes y trapecistas, buscar la opción lógica del Chopo y encontrarlo cerrado, abrir el tiempo libre y hablar al hotel Condesa en busca de una experiencia gratuita que resulto ser mucho más que eso, subir en elevador con espejos al baño de vapor y jacuzzi, saborearnos mentalmente todos los postres del bufete, bajar al cineclub y fajar en la oscuridad en solitario con la música de los increíbles”?”, que prendieran las luz y llegaran invitados, la película que como dices me enseño mucho más que las noticias recientes de la televisión, que descubrieras ese libro de polaroids de Álvarez Bravo, pasar junto al carro con pasajero de cartón, recorrer la Condesa bsucando un café para dar como siempre al Atrio, la lámparas terribles y el mesero nuevo (nada, no tengo nada en contra de veras, me cuesta el cambio ya sabes), nos quedamos sin café del Atrio por su estúpida máquina grasosa que nos hizo buscar otra opción a la vuelta de la esquina, todo sin perder lo italiano de la intención y después de pedir todos los pasteles de la carta dejarnos servir los únicos que había en realidad! (me gusto el mousse de mango), besarte en el baño, anticipar poco a poco la despedida y caminar bajo la lluvia, el beso fuera del carro y deleitarme con tus ojos de noche, me llevaste a mi carro y mientras me alejaba recorría mentalmente todo el fin de semana lúdico y lleno de regalos universales, toneladas de magia y cauces claros que corren de la mano.
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