Ropa térmica, bufanda y calcetines, cuanto pinche frío!
Después de pasar por encima de todas las alertas emocionales y focos azules de noviembre se acerca diciembre, esta vez y rompiendole la madre a las costumbres de la familia no quiero que lleguen ninguna de las fiestas supuestamente diseñadas para la bonita convivencia filial y que desde hace unos años nos tiene sumergidos en una profunda confusión, pavo y cenita Bulnes en el comedor especialmente ataviado para la ocasión o la mesa de un restaurante cualquiera con cubiertos fríos y luces mortecinas? Por primera vez hoy me dá igual.
Extraño Mazunte, extraño París, tengo nostalgía de lo que no me pasa y de todo lo que me había acostumbrado a vivir durante veintitantos años, extraño Persia y Guatemala, los ribetes azules y el café del barro en las botas de cuero, a mi abuelo y la mentira que me mata y me carcome todos los días, unos más que otros porque me acuerdo, porque la ansiedad ese día no deja olvidarme, porque me falta el aire y sé que la opción la tomé yo, porque no quedaba otra y estaba intoxicada del mundo, la ventana de su edificio llena de luces con figuras navideñas, el arbol y la fuente, los pinguinos y los tejidos, la pierna y las canas recitando poemas al final de la velada, particularmente el olor que despedía la casa al día siguiente por la mañana al bajar con gula al refigerador, nada, ya no veo ni las fotos, estan guardadas hasta abajo llenas de humedad como símil de lo que acontece pór aqui.
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