En una roca, cada impacto tiene huellas indelebles, el
tiempo se vuelve vertical y la potencia de su historia perenne habla en cada
nuevo borde y arista.
Soy una roca, un meteoro afectado por la luz del camino que
recorro, la estela me cobija y me contiene, la estela soy yo, la roca, la luz,
la primera y la última cresta.
La historia se concatena y no se acumula, no se suma porque
todos los instantes son el mismo, es rodar una pelota gigante de plastilina
sobre un sendero atravesado por pasto, fuegos, viento y arena; todos los
instantes lo determinan y se quedan, no cómo historia acumulativa, sino como
nueva y fluyente comprensión ontológica, la plastilina nunca será la misma,
porque no hay viajes en el tiempo, porque el tiempo no existe.
P.
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