La nuestra fue una historia de hotel, aunque odiaras los de
"paso", pero aquella ventana limpia nos permitía atisbar albañiles a
media noche, y las almohadas a la carta nos separaron toda la primera noche,
aunque cabe recordar que te empeñabas en pasearte en lencería negra (te faltaba
fumar al lado de la ventana en aquel non smoking room) y bailar sobre mis ganas…
yo sin tocarte, porque en el fondo la superficie se anhela a veces transparente
(lúbrica) y febril.
Y que decir de tu caminar en shorts diminutos de mi mano frente aquella
legión de trabajadores que soñaron un par de minutos con tenerte, y yo que
decidí aquella mañana rehabilitarme de ti por necesidad de regresar, no a la sobriedad,
sino a lo inefable, a la mágica, a la luz azul que se disipa cada vez que el
ciclo empieza de nuevo.
Célebre Lex Luthor, y a pesar de su dicho, a veces todavía me muerdo los
labios pensando en otras noches, pero lo que entre líneas podría leer para mi,
no es el gusto por penetrar sus gustos y su sexo, lo divertido es jugar a
mojarnos en la alberca, el escorzo mental de un cuerpo bello desnudo que me
regala alientos fenomenales.
Fue solo eso, un flash conmensurable, todo con el fundamento de pensarlo
como una verdad momentánea.
Las constantes históricamente se desfrutan viendo las estrellas.
P.
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