Toda la experiencia me encanta, buscar el lugar, observar al encargado y bajarme del coche, pedir el servicio del día y esperar de pie a que comience el juego, después sentarme por ahi a observar, es casi como sentir caricias a distancia, me fascina, no me lo explico, comienzan empapando el carro, frotandolo, no dejan casi ningún sitio sin mella, es extraño, de pronto caigo en cuenta de que estoy ahi en una especie de sopor casi sexual, con los ojos medio abiertos y sin perder detalle, la espuma, las brazadas largas y consistentes, después, más agua, toda escurre, toda se derrama por todos lados, viene la cera, viene el secado, sea lo que venga la sensación crece, el trance se traduce en inmovilidad y aún me doy el lujo de guardar celosamente las llaves en mi bolsillo para obligar al hombre joven a ir hasta donde me encuentro a solicitarme mi llavero, ese es un plus, asi como también es maña pedir el servicio más largo, aquel que prolongue más el placer de estar ahi sentada en mi trance sensorial ambiguo, después, se termina y el automovil limpio, pago lo acordado, siempre rozando sin querer la mano del cobrador, y después el sopor se translada conmigo por los proximos veinte minutos, ojala tuviera dinero suficiente para vivirlo por lo menos tres veces a la semana.
P.
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