Me temes, prefieres no verme, y cuando menos lo esperas salto sobre ti, te hablo cerquita del oído y cedes ante todo lo ineludible que soy.
Tu también tienes un pasajero obscuro, ronroneo y te acecho con los ojos duros y la mirada perdida porque se que al final regresas, hundes tu rostro en las filigranas de sangre que me recorren y me acaricias despacio, sin tiempo y sin medida.
He sido tema de tu análisis, de soliloquios y cafés amargos, de tu huida.
Aquí te espero siempre, lo sabes, segura de que no vas sola, camina despacio, y aunque te tome más tiempo llegarás rendida y me suplicarás que te tome por completo y de una vez por todas, como antes... Ese sueño se reconstruye cada noche llena de melancolía.
P.
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