Sentada en el sillón de la biblioteca te platico mentalmente cuanto recuerdo mi infancia contigo, cuanto te quiero y cuanto te extrañe durante años... Hoy parece no importar nada de eso y a la vez importa mas que nunca.
Me hubiera gustado tanto llevarte ayer lejos de ese hospital, llevarte a tu querido pueblo con tu viejo y tu pozo profundo, llevarte a los terrenos de la casa de tu madre para que recordaras aquella casa grande con sus arcos y su tierra limpia, verte sonreír al abrir la puerta del zaguán y encontrar tus plantas crecidas y abundantes...
Paso poco tiempo y fuiste al encuentro contigo, así, con un brazo roto y sin despedirte; hoy te lloro y me lloro, nos faltaron años, nos faltaron días sentadas en la casa grande para escuchar tus relatos de niña, de mujer de fuego, sufriente y dócil ante el cabron que te sustrajo de tus sueños de niña, madura y roble ante todo aquel que intentara repetir la historia. Te me fuiste lejos desde hace tanto, te extrañe desde hace mucho.
Te despedimos en uno de esos rituales de exequias habituales, tus rosas, la foto con tu amado, tu vestido de manta, los abrazos-los extraños, lo fingido del reencuentro en esos casos, las miradas frías, los adioses callados.
Tus hermanas fueron a verte, las que quedan vivas, casi nadie me reconoció, y el anonimato en este caso parecía una bendición tajante.
El lugar seguro lo reconocías, años atrás ahí mismo despedimos a tu viejo amor, las mismas velas falsas y los sillones negros, la misma atmósfera enrarecida, las manos nerviosas y el adiós en todas partes.
Hable contigo antes de que partieras, lúcida o no, despierta o no, te dije cuanto lamento aún lo que paso en aquellos tiempos, te dije cuanto amor te cubrirá siempre desde mis ojos al final de mis propios tiempos.
Se cierran ciclos que duelen, se cierran círculos cuadrados, se cierran puertas invisibles y te palpo mientras las manos con cuidado.
P.
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