lunes, septiembre 12, 2011

Despedida y muerte

Me inquieta la muerte, la agonía, el paso.
La discontinuidad pues, parte de la naturaleza huana hacia sí misma, y yo aquí estudiando reglas de inferencia, premisas verdaderas y conclusiones dubitativas.
¿Duele morir?, porque pensar en ello por lo menos si me mueve fibras sensibles, vivir la muerte del otro es enfrentarse a un espejo de aceptación propia, y todo convencionalismo social al respecto estorba.
Los rituales se llevan a cabo de forma casi autómata, en realidad no se cuánto hagamos concientes de ello en su momento, y la pertinencia parece ser lo que avanza en la banda de lo cotidiano, es lo que permite que las excequias sirvan como momento de trance-transito para los que se despiden desde aquí.
Es nuestra pequeña forma de ofrecer un requien que sólo viven los que se quedan, que alivia la despedida o por lo menos es el primer paso para caminarla.
P.

jueves, septiembre 08, 2011

Fuego

Parece que me acerco al fuego intempestivamente, por curiosidad primero, después por lujuria espontanea; me seducen las texturas visuales, las temperaturas y la variedad de colores en este espectro.

Parece que se me acaban las excusas al momento de querer tocarle, lo que me enamora es la conquista del fuego, la combustión misma es parte del proceso, no el fin en si mismo.

Me gusta hablarle, saberme causa de sus azules, verle agonizante y soplar en el momento previo de su muerte para regalarle vida de nuevo, contemplar pasivamente e imaginar el siguiente paso.

Sentir la llama cerca y temerle, estar a punto de quemarme la piel sin precaución y después lamer el dedo para sanar.

La emoción esta en el juego, en la persecución de las hogueras, al final del día todos somos fueguitos (Galeano tiene razón) y yo lo único que quiero es combustión inagotable, azules eternos y blancos brillantes.

Tiendo humanamente a acercarme a las brazas ardientes, esas que llevan el fuego contenido y dispuesto en roca compacta de potencia roja, negra y “pura”, me cautiva la promesa de todos los amarillos abarcantes, sin embargo, a pesar de ello (y sin afán de justificar mis chispas frugales al aire), tengo del todo claro el más bello alimento de mi calor más puro, la que siempre enciende pero nunca se consume.