domingo, abril 07, 2013

Estás.


Quizás antes fuiste sombra de mis sueños, puede ser que la puerta en el muro finalmente sea ventana, y así, la casa se viste de azul y no me entiendo de nuevo con el silencio sordo.
Hablo contigo y los resquicios son pequeños secretos que se comparten con aroma a labios de café amargo y delicioso, vibra la música, habitan las aves, y los días de abril ebrios de sol me regalan horas en las que me faltas y otras en las que tu voz se hace presente en el acento justo de las horas que llegan brutales y en otras tibias que me acarician en tu sitio.
A veces siento que un discurso se precipita desbocado arrastrando mentes a su paso, era divertido observarlo segura desde mi roca, el espectáculo crecía al alejarse, y la perspectiva la daba justamente el pie firme y el vaivén de olas. Hoy parece más bien un bramido dantesco de millones de frases desatinadas lo que conduce la mirada al horizonte, ¿Tan extraño acaso debe ser evadir palabras sin rumbo? ¿Cazadoras ciegas con colmillos afilados? ¿Tan súbito será el fin de la cordura de aquellos que en tiempos anteriores se sentaban a mi lado? ¿Estás aquí sentada conmigo al borde del acantilado? 
Quién sabe si mañana, por allá en donde el mar tranquilo abraza el infinito, los caminos de tierra fracasarán por siempre; y mientras tanto es mágico pensar que aún existe un lugar seguro a donde huir, cuando el penúltimo ideal de armonía sucumba ahogado, sumergida en la deyección de un cerebro enfermo, atada a una boca incansable… es reconfortante saber que existen muros infranqueables para el alud, que no necesito correr lejos o esconderme, puedo huir pausadamente y reposar en ti.
Me gusta pensar que podremos presenciar el ocaso por siempre desde una roca distinta, y que vendrán vientos fuertes y cálidos acompañando los compases que nos acercan desde ahora.
P.