viernes, julio 26, 2013

Noche larga

No puedo dormir, me palpita el pecho fuerte y la música no ayuda. Tuve que bajar al coche en plena madrugada por mi reserva de cigarros, estoy sentada en el tocador verde de mi infancia fumando en la ventana de mi también habitación de infancia, ojalá pronto esto comience a sentirse como un refugio. 
Me duele el costado, me duele la cabeza y estoy harta de sentirme mal. De pronto todas las decisiones en mis últimos meses comienzas a cobrar factura, una muy alta y con intereses karmicos intrínsecos.
El camino se bifurca, mi mente se pelea incesante con mi cuerpo, mi cuerpo con el alma, el alma con la mente y todo empieza de nuevo. 
La conexión conmigo es determinantemente confusa (oximoron), se me duermen de a poco los nervios y de repente despierto cubierta en sudor buscando certezas que me abandonan, igual que las ganas. 
No puedo mentir tampoco, hay días mejores que otros, lo intento con todas mis fuerzas. 
De pronto el gato abre la puerta de mi cuarto, esa debe ser una señal de algo que no comprendo, seguramente porque por ahora no comprendo mucho. 
La realidad es que me siento juzgada y muchas veces culpable, sentimientos que intento desterrar de mi en cuanto llegan, pero a veces se estacionan profundo en las entrañas, esas que de a poco me han ido quitando cirugía tras otra. 
Todo debe cobrar nuevo significado, pero la verdad es que desde hace meses no tengo idea de lo que estoy haciendo, la inercia se me ha instaurado como modus operandi. 
Podría clamar demencia temporal, pero ésta tiene mucho más que sólo unos meses. El punto aquí es luchar o no luchar, por mi primero, por mi sueño, por ti y por mi. 
Me abandona de nuevo la incertidumbre y entiendo que respetar los procesos es lo correcto, ¿cuál es el que debo respetar? Son tantos y todos prioritarios. 
Esta noche estoy sola, esta noche larga que parece no terminar...
Pero eventualmente debe suceder, y debo estar lista para ver el sol aparecer detrás de la ventana. 
P. 

jueves, julio 25, 2013

Puerta

Si, cuando decidí tomar esa decisión en mi vida me pensé preparada para cometer todos los desajustes necesarios y después reconstruirme, parecía la salida más digna y tal vez incluso clarificante; pero la vida sobreviene intempestiva y a veces parece devastadora y lo que en ese momento parecía difícil hoy parece insuperable.
No estaba lista para todo lo demás, no estaba lista para al cúmulo de duelos y vertiginosos cambios de rumbo, para la cirugía, para el miedo, para el caos. 
Hoy es uno de esos días en que me caigo, en que todo parece demasiado, y lo es... Y sigo sin estar lista, pero lo atravieso, lo camino e intento que la cabeza no se me pierda en el camino cada cinco minutos. 
El rivotril de contrabando ayuda a dormir, pero no a olvidar cuando abro los ojos de nuevo, estoy en una encrucijada de la cual entiendo sus matices pero no sus posibles soluciones.
Me ha madreado la vida, me ha dejado sin aliento... 
Y así, sin aliento respiro superficial pero respiro al fin, con el dolor en el costado derecho y las costuras encima, con los mareos y los cambios de temperatura, camino, porque las opciones son pocas, pero las puertas se abren, no hay opción más allá de mi misma porque las puertas las clavo yo en el lugar que decido. 
Así las despedidas, así los acontecimientos. 
P. 


Enviado desde mi iPhone

martes, julio 23, 2013

Nietzsche y el vitalismo necesario

“Nietzsche soñó con un hombre que no huyera más de un destino trágico, sino que lo amara y lo encarnara plenamente, que no se mintiera más a sí mismo y se elevara por encima del servilismo social” 
George Bataille

La vida se desborda de forma abrumadora en ocasiones, se impone la realidad de un cautiverio no anunciado, doloroso, incluso a veces, aplastante. Es en esos “entres” cuando me cuestiono de forma casi ineludible acerca de la pertinencia de la filosofía en todo ello, de mi habitar el mundo con una visión crítica, de andar a media noche entre largos pasillos de hospital recordando a Spinoza, a Zaratustra, al mismo Kant; todo para descubrir que en el momento de las decisiones trascendentes jamás hago consiente la influencia de mis estudios en ellas, no por lo menos de forma inmediata, y es entonces cuando la reflexión se vuelve la estrategia de vida para atravesar por esos áridos desiertos que crecen, y Nietzsche retumba “para todos y para nadie”.
Entre tanta vida a veces me diluyo para poder respirar de nuevo las letras, que desde hace años, me convencen a cada momento de que no son sólo letras, que la filosofía tiene que ser de carne y hueso, llena de sangre roja y palpitante, que aquel divorcio entre razón y sensibilia es la ilusión del genio maligno que acecha pero no perdura.
Es ahora cuando quiero morder la carne viva del vitalismo de Nietzsche, de Bergson y claro, del que desde antes lo imaginó posible y lo asumió con todas sus consecuencias; Spinoza. Aquí entonces el resultado de estos días que me prueban demasiado humana, aquí la persuasión de la filosofía al respecto de la vida, aquí mis lecturas de Bachelard y Nietzsche en tanto estrategia de vida.

La filosofía vitalista tiene como primera distinción del racionalismo filosófico entender la realidad como proceso, tratar del ser en devenir, es decir, es heredera de Heráclito. En lo antropológico la libertad es no sólo característica de la voluntad, sino esencia del ser hombre, se abandona el concepto tradicional de razón (abstracta, especulativa o científica) para considerar la razón como vital o histórica.
El vitalismo es una reacción ante una tradición de corte racionalista y en plena modernidad (idealismo alemán que en gran medida le debemos a Kant) que intentaba determinar los planos del ser y su constitución moral.
El vitalismo exalta la vida como realidad radical, la vida es lo sustancial del hombre y se constituye en él, se vuelve en herramienta para conocer la realidad, la intuición que simpatiza con lo que se quiere conocer teniendo experiencias vitales de esas cosas antes de racionalizarlas.
“El conocimiento poético del mundo precede, como conviene, el conocimiento razonable de los objetos. El mundo es bello antes de ser verdadero. El mundo es admirado antes de ser verificado”. Bachelard
Axiológicamente no hay otro criterio para jerarquizar los valores más que la vida.
Los vitalistas entienden el concepto de vida mucho más allá que un proceso biológico desarrollado durante un periodo de tiempo, la vida es irreductible a cualquier categoría extraña a ella misma.
El vitalismo plantea una fuerte crítica a la modernidad, utilizando las mismas categorías que le brinda la modernidad para hacerlo posible, es la misma tradición la que le da el marco para juzgar a la modernidad que se le presenta cómo decadencia, injusticia y enajenación. La opción vitalista es afirmar al hombre en la vida, y dejar de ser él mismo la negación del hombre cómo sucede en la modernidad, en donde a pesar de los avances científicos y la racionalidad del desarrollo socio-cultural se dio lugar a terribles guerras mundiales, hambrunas, religiones que niegan los principios vitales y que niegan su propia naturaleza.
Ante todo esto el vitalismo despliega sus senderos utópicos, y Nietzsche afirma que la esencia más íntima del mundo es la voluntad de poder y el superhombre, en este contexto, de nuevo coloca el problema del hombre en primer plano.
Tras la razón debemos concebir algo irracional, más importante, más edificante, que constituirá una voluntad única, que se esfuerza en dar explicación al mundo.
 “Vivamos resueltamente, de manera total, plena y bella” Nietzsche

Se puede entender la totalidad de la filosofía de Nietzsche como el intento más radical de hacer de la vida lo Absoluto, la vida no tiene un fundamento exterior a ella, tiene valor en sí misma. La vida entendida fundamentalmente en su dimensión biológica, instintiva, irracional, la vida como creación y destrucción, como ámbito de la alegría y el dolor. Nietzsche creyó posible medir el valor de la metafísica, la teoría del conocimiento y la ética a partir de su oposición o afirmación respecto de la vida.
Lo real para Nietzsche es la vida como reiteración de una voluntad que quiere querer, la vida es sobreabundancia, es ir más allá de sí misma, de toda metafísica limitante en formas y esquemas, la vida cómo juego, arte y risa que crea sus propias reglas y destruye las que otros han creado para ella.
Para Nietzsche la vida es lo suficientemente sagrada para justificar en sí misma todo sufrimiento, la vida no requiere premios post mortem para cobrar valor. El placer primordial es profundo y eterno, más aún que el sufrimiento, por ello no toda creación es necesariamente mero afán de ocultar el dolor, puede ser también el deseo de retornar al placer primordial, al núcleo de la vida, de vivir la experiencia de la verdad en la plenitud del dolor y en la plenitud del placer de la vida.
Hay en Nietzsche una constante profesión de ateísmo, que publica reiteradamente con la expresión: “Dios ha muerto”. Pero Dios no es sólo una tesis de algunos filósofos creyentes, sino la condición última, definitiva de la existencia de todo lo sensible. Toda la cultura occidental y la metafísica que la fundamenta se ha construido sobre la distinción, entre el mundo espiritual y el mundo sensible, situando a Dios en la cúspide de toda la realidad. Para Nietzsche el ateísmo trágico debe suprimir esta metafísica, para que sólo sobreviva el espíritu del hombre. Así reivindicamos a Dionisos, porque él simboliza la afirmación de esta tierra como único mundo.
Por un lado Nietzsche es destructor de ídolos y por otro lado debe levantar nuevos ídolos. Hay que destruir aquellos ideales que carecen de vida para identificar el nuevo lugar que ocupará el hombre. En el aspecto negativo se encuentra el entendimiento humano que critica y en el aspecto positivo la historicidad, que es la vida (por historicidad se entiende la conciencia que posee el hombre de su propio transcurrir en el tiempo).
Cuando se siente la separación entre lo racional y lo vital se formula la pregunta ¿qué es el hombre?, aquí Nietzsche considera que el cuerpo tiene una dimensión psíquica, el cuerpo es psique, y al plantear la posibilidad de un superhombre regresa a la utopía a a la reconstrucción, el superhombre es el que se vincula con la vida, es quién hace caso al “self”, al sí mismo, quien no haga esto encontrará que la vida se oculta y entonces lo que surge es la nada.
Y es aquí cuando regresamos momentáneamente a Heráclito: “El camino de ida y vuelta es uno y el mismo”.
La afirmación de un único mundo que está más allá del bien y del mal apunta a un radical cambio de valores. La vida es el principio supremo que destruye los valores tradicionales de la filosofía occidental y de la religión, la moral cristiana es una moral esclava, sobre ella debe triunfar la moral de los señores, que llenos de vida e identificados con la tierra se imponen por la fuerza.
En la concepción de la naturaleza humana de Nietzsche predomina lo biológico, el hombre es uno de los animales, todo lo que ha hecho y hace el hombre es continuación de la animalidad. Pero el hombre es el único animal todavía no fijado. Los demás animales tienen en el instinto el medio infalible para llegar a ser lo que son, y el hombre no. Hay algo fundamentalmente defectuoso en el hombre, dice Nietzsche que es como una enfermedad en el universo, y eso, sin embargo, constituye a la vez su valor. ¿Qué es lo que hace que el hombre se convierta en la enfermedad del universo? ¿Qué hace que aún el hombre no esté fijado? Seguramente está en que el hombre ha innovado, ha provocado al destino más que ningún otro animal. Ha sido el único en luchar con el animal y con la naturaleza para llegar a dominar, ha sido el único eternamente vuelto hacia el futuro. El peligro que corre el hombre al no encontrar el camino de regreso al superhombre por el camello, el león y el niño, está en volver a ser como los otros animales, convertirse en animal doméstico y terminar fijado erróneamente.
Por ser el hombre el único animal no fijado puede cambiar, y en ello se constituye su libertad. El hecho de las libertades nos introduce en la moralidad. El hombre que no se somete a las leyes de la naturaleza obedece a una moral, y bajo esa moral llega a ser lo que es.

Nietzsche quiere restituir al mundo y al hombre el señorío sobre el tiempo, sobre la existencia. El tiempo es la duración circular en la que orbita el universo eterno. La muerte de Dios supone el hundimiento de la cultura occidental sostenida en el otro mundo; es en el mundo, en lo finito, donde hay que buscar la energía de la creación, la voluntad de poder; pero si el mundo no es lo infinito, sino lo finito, la eternidad sólo puede ser pensada como eterno retorno. Con él Dios ya no es necesario. El eterno retorno es para el hombre superior un motivo de gozo cósmico y profundo en la estructura del tiempo. Vivamos de modo tal que queramos repetir este instante eternamente.
P.

lunes, julio 22, 2013

Los andróginos y la rebeldía del amor Parte 2

Falta mucho aún por decir al respecto de Platón y sus andróginos. La parte romántica parece casi perfecta, pero para llegar al final aún falta entender lo que Zeus tenía guardado bajo la gran manga de rigor que poseía, o por lo menos creía tener.
Después de que el amor real y el impulso de rebeldía surgen en el andrógino que busca su complitud en el otro, Zeus enloquece y manda a la muerte a los amantes, pero al darse cuenta que ésto no basta, los envenena con la muerte en vida; el aburrimiento.
El nuevo andrógino, mal soldado por el amor, vuelve a partirse por la muerte, uno de los amantes entonces logra ser arrancado por Zeus.
Pero de nuevo los hombres, prefieren ser viudos que obedientes, y aunque la muerte del otro los mate de a poco, les desgarre la entrañas (ontológicas y metafísicas), no dejan de abrazarse, de buscar la comunión mientras dure la "vida".
Zeus contempla al borde de toda comprensión la conspiración de los hombres, porque, como hemos dicho ya, éstos conspiran en el lecho olvidando la muerte.
La muerte no es suficiente, los hombres conocen ahora el aburrimiento, el hastío del otro, porque la muerte en su brevedad, dura demasiado para que los dioses soporten la indiferencia de los amantes.
Ahora Zeus infunde el fastidio, el cansancio, y así el otro, la mitad que brilla, comienza a declinar mucho antes de que llegue la muerte, y con el tiempo disminuye el estremecimiento que parecía producir la ilusión de la unidad. Parecería el fin... pero no, ni el hartazgo impide que los amantes emprendan una nueva rebelión, ya no el amor, que es derrotado por el fastidio sino... la sensualidad, el placer instantáneo que nos distrae, al margen de toda comunión metafísica, de voltear al Olimpo.
Los amantes se entregan entonces al amor inmanente e inmediato, al placer instantaneo, y terminan montando su ser dividido y "absoluto" en el puro y rebelde presente.
El mundo entonces tambien resulta ignorado por el desdén de los amantes, todo aquello que como Zeus es borrado y excluido de esto, maldicen el amor, a nadie gusta la autosuficiencia que genera!
Eso de edificarse mundos de espaldas a los dioses, hacer paraísos y jugar con fuentes de sesualidad... tiene riesgos mortales ineludibles, al salir de estos mundos, se experimenta la más grande decepción metafísica.
¿Por qué no podemos dejar las cosas a medias y regresar al día siguiente para descubrir una tendencia contraria a la entropia? ¿por qué dura más el tiempo en el hastío y no se demora en la sonrisa?
P.

Los andróginos y la rebeldía del amor

No puedo decir que en materia de amor los años, o más bien siglos, han pasado en vano; sin embargo desde Platón, y claro, no puedo dejar de mencionar por ello al mismo Ficino; por más tratados e intentos de descifrar el misterio, creo que la alegoría del andrógino que nos regala Platón es lo más cercano a mi corazón para evitar el auto sabotaje, y en muchos casos, es justo lo mismo aquello que me tienta a hacerlo bajo argumentos helenos.

El andrógino, ser completo que giraba como una hélice por los campos asistido de sus cuatro piernas y brazos, sin necesidades ni deseos, resultaba en una completa indiferencia al Olimpo.

Zeús ofendido por el desdén y autosuficiencia del andrógino entra en furia y decide separarlos, esperando así que voltearan a verlo, que le rindieran pleitesía, esperando con ello también dividirlo, debilitarlo, convertirlo en una mitad menesterosa siempre en busca de completarse, condenado a la incomplitud, finalmente a la búsqueda eterna.

El amor surge como un impulso hacía el otro, con la intención de recuperar la parte perdida, es por eso un acto de rebeldía, es a causa del amor que las manos y los ojos de los andróginos partidos en dos no se dirigen a los dioses, sino más bien hacia los otros, hacía el abrazo. Porque el amor, aunque no pueda completarnos, es un intento por remediar nuestro ser disminuido. Los amantes conspiran en el lecho, ahí respiran juntos y acompasan sus respiraciones, ahí se entrelazan, se mezclan y se funden, más allá de un orgasmo, se recobra entonces la unidad, el amor entonces sí puede contra la muerte, porque no importa nada, no importa que mañana tengan que morir, hoy olvidan el Olimpo.

Zeus entonces comprende su error y por ello no solo parte en dos al andrógino sino, revuelve sus mitades para que no puedan unirse con su mitad exacta, y es entonces que los hombres cometen un segundo acto de rebeldía: se abrazan a cualquier mitad, y consiguen, de forma imperfecta y humana, olvidar de nuevo el Olimpo, porque aunque deseen encontrar su mitad perdida, les basta con construir una ilusión de unidad, una comunión aproximada.

Los amantes se sumergen en una alberca de miradas y caricias cuyo destinatario exclusivo es el otro, y ese otro es suficiente para eclipsar el universo.

Así pues, de espaldas a los dioses te digo que prefiero sobre todo edificar mi propio mundo contigo, el amor también sirve para criticar el universo, a través de él se puede comprender la mala factura del cosmos , en donde todo se jode.
La vida se encargara de mezclarnos de nuevo en todas esas mitades para que sigamos buscando, Zeus lograra su cometido un tiempo más... Tu y yo sabemos que cuando esas dos mitades se han visto y se han reconocido ya, el cosmos no sólo se modifica, y Zeus entonces sabrá que la muerte de los amantes no existe.

P.