lunes, marzo 25, 2013

Embolia.

Un alien se ha venido a vivir conmigo, se ha introyectado en mi cuerpo, en mi vida y en la realidad que a veces creo que vivo; anhelo expulsarlo de mi, mandarlo al exilio, a tierras lejanas y verdes en donde pueda ser feliz sin mi. Sin embargo, su misión, por lo menos por ahora, nada tiene que ver con la felicidad, este miedo cargado de inercia, fardo involuntario, me habita para que respire y me lance al vacío con las entrañas deshechas, pero aún palpitantes y el corazón en vilo agarrado de ti.
Bastó una mañana para derrumbar la casa de cristal, la ventana recibió justo en su centro un certero golpe de piedra que hace tambalear mis lágrimas a toda hora. Se me encoje el pecho, me lastiman las pocas certezas que rodean esta insensatez, todo es hoy un sueño de opio lavado en infiernos de lava incandescente, y a un lado de mi madre en este hospital, rodeada de moribundos, aprieto los puños y bajo la cabeza.
Sí, este pasajero obscuro me habita de a poco y me arde en las manos vacías, en la garganta seca y en la impotencia de un dolor que comparto con ella y con los añicos de una sonrisa completa.
P.