jueves, enero 30, 2014

Temblor

Me arriesgue a ser yo, por necesidad de voz, por cultivo de mi, por ver el amanecer wagneriano que me cobija necesariamente en los días de invierno frío. 
Y así la vida me regala otra despedida, para crecer, para doler, para regresar a mi. 
Todo el sentido del que fui dotada se despierta de a poco, y resulta que ser yo no siempre tiene las consecuencias que me permiten sonrisas eternas. 
La historia se transforma de nuevo, la vida se manifiesta abrumadora una vez más. 
Y así, crecer, y así llorar, y así sentir es el regalo y el tormento. 
Pasaron años, y hoy aquí sentada con los ojos obtusos de miedo, decido perdonarme. 
Me perdono por no ser yo, por dejar pasar meses de fuga continua de mí. 
Me distraje, y ahora después de sentir no puedo pedir menos que eso. 
Esta soy yo, mi naturaleza es sentir, sentirlo todo, aunque la máscara de impenetrable resultó un tiempo útil, hoy prefiero temblar de frío que seguir cubriéndome del mundo. 
Me ves, y entonces me veo, el espejo se inclina despacio y tiemblo de nuevo. 
P. 

SW

Bajar las escaleras y sentir la loza fría bajo las botas, el contraste tumultuoso con lo que a la vuelta del pasillo encontraron todos mis sentidos. 
La habitación con luz velada y sombras comenzó a clarificarse al acostumbrarme poco a poco a la intensidad (de la luz tenue) y así de pronto frente a mi un colchón rojo y tres cuerpos desnudos, los gemidos impregnaban el ambiente sórdido en el que la música de fondo era una película porno y los murmullos de los próximos amantes en turno. 
Después, una pecera de acrílico con otro colchón rojo y una pareja en pleno acto sexual a penas a un metro de distancia, los orificios de la pecera permitían sentir un poco de piel y la salida de un vapor rugoso que regalaban como parte de la experiencia. 
Así de a poco un grupo de cuerpos gemían al unísono, 3, 4... 15, una orgía de dimensiones multitudinarias cobraba forma junto a mi hombro izquierdo. 
Caminando a su lado encontré un rincón secreto, tome asiento en la alfombra tibia y me dedique a observar lo inobservable, las partes que mis ojos perdían se completaban con los demás sentidos alertas. 
Un par de insinuaciones no fueron suficientes y decidí permanecer como espectadora detrás de una delgada capa de invisibilidad que resultaba aún más excitante. 
Cualquiera ahí es decididamente un espectador fuera de lo ordinario, interactuar o no te convierte en protagonista por algunos minutos, las personas caminan desnudas de un lado a otro esperando encontrar otro cuerpo deseoso de satisfacción, los ojos tangencialmente buscan lo mismo a una distancia corta. 
El No es la palabra clave, aunque ahí dentro existen tantas formas de interactuar, que la única forma de no hacerlo sería no cruzando el umbral a ese mundo clandestino. 
Entre el pathos, el deseo y la expectativa la noche termina con unos sorbos de vodka y un jugo rancio justo a un costado de la sórdida pista de baile que prende sus luces frente a un tubo metálico para bailar y cumplir fantasías clichés. 
P. 

sábado, enero 11, 2014

La línea que dibuja un cono

Después de una larga charla al respecto de la diferencia entre experiencia estética y juicio estético, tacos de canasta y boing de guayaba, encontré un refugio en la caja negra de un museo. 
Un botón que desencadeno una experiencia más allá de toda imaginación previa, un pequeño haz de luz y el sonido de la cinta corriendo frente a un lente vertiginosa. 
Ahí, en medio de la obscuridad se construyó un poema vouyerista. 
Sentada en una estratégica esquina fui testigo muda de la experiencia del otro, del juego y la sorpresa de otros, de la indiferencia y la ceguera de unos cuantos, del sonido armónico de un proyector antiguo y del humo que permitía la obviedad de la luz que poco a poco tomaba forma ante mis ojos.
Magia y asombro ahí, frente a mi en forma de luz y humo evanescente. 
Juego de siempre, amor de siempre, transformación absoluta. 
La vida siempre es más grande que la razón.
P.