jueves, febrero 16, 2006

Guion

La noche crecía, el color que irradiaba la luna en el mar, en el agua, hacía parecer aquello un océano de sangre, cómo si un puñal hubiera osado profanar la dualidad entre la vida y lo muerto. El alimento que los nutría era la nube que entraba justo por la ventana, haciendo aparecer una perfecta espiral frente a sus ojos, traspasando el muro, interpretando la música de las utopías, de la libertad. Los momentos que el viento propiciaba, el espacio que se tornaba mágico e ilusorio, así, inevitablemente, la oscuridad dio paso al suceso en puerta, al amor perdido en el tiempo, al caleidoscopio de sensaciones que el sexo acompaña. El poeta no pudo evitar sentirse humano, ante aquel escenario, las cadenas rotas de la existencia misma lo invitaron a imaginar la lucha eterna entre la noche y el día. El hechicero que con espada en mano traspasa al dragón con un halo de bella luz blanca, el canto que propagan las hadas de la victoria, los mantos ámbar tendidos en el horizonte haciendo notar que un ciclo más de día completo ha terminado. La madrugada dilataba las negras pupilas que se dirigían al cielo aún estrellado, los besos resbalándole por el cuello y el silencio que los cubría cuál rebozo en noche de frío, sólo hacía que aquella velada resultara perfecta, las caricias se dejaban prolongar por el deseo mismo de sus pensamientos taciturnos. Embistió a su compañera, la vida le corría impaciente por las venas, los ritmos se tornaron agitados, cómo un toro en plena carrera, la agilidad de un gato, súbitamente se retorció y cambio su posición horizontal por una menos explicable, la pirámide que crecía entre sus piernas necesitaba satisfacer su instinto, el olor a mota de fondo, el té de canela, el anfiteatro que ahora dejaba de ser un lugar de muerte para regalar vida, el calor se acumulaba, el sudor en la piel lubricaba el ambiente. Sin fin de excitantes sonidos desprendían sus gargantas al unísono, y de pronto… vibraciones, estremecimientos continuos, arco iris y hoyos negros, el grito ahogado del éxtasis adquirido, una gama de colores, pirotecnia interna de sensaciones indescriptibles. Recuperaron el aliento uno junto al otro, se dejaron sentir la mejor medicina de vida, la Biblia junto a ellos y el aliento a mandarina.
P.

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