viernes, enero 13, 2012

Ráfagas en tren

Veo de cerca partir el tren del sueño en que pretendo permanecer, claramente distingo su estructura de metal craquelado y firme, las puertas ya cerradas de todos los vagones, camuflajeados de escenas lúcidas y brillantes, las ventanas claras que me observan de regreso.
Cierro los ojos apenas y me traslado a los asientos privilegiados de nuestra historia juntas, recuerdo a la perfección cada detalle del vagón en que dimos vuelta el mundo de la mano de la otra, las alfombras, el paisaje continuo que se desvanecía instante tras instante por lo vertiginoso del viaje mismo, la neblina en las estaciones invisibles y el portaequipaje en donde solo basto un globo y un cepillo de dientes (un par de burbujas que ví de reojo no me dejan mentir), todo estaba dado porque el viaje siempre fue reminiscencia de los tactos que nos llevaron a encontrarnos en ese camino de curvas (esas que nos acercaban peligrosamente) y rectas (que nos regalaron las charlas cercanas, bañadas de complicidad y brindis de entendimientos mutuos).
La luna brilla fuera y dentro como luciérnaga testigo de tanto cuerpo, sueño, realidad en movimiento y ráfaga de necesidad asistida.
Yo te hable oraciones enteras y mientras me deshice entre tus dedos precisos, me abrí  ante posibilidades de viajes cercanos y certeros, y así, desnuda en este anden, abro los ojos maleta en mano, y enciendo el cigarrillo de la promesa que acecha, mientras el viento de la partida de este tren me recorre la piel y la memoria, me mueve el cabello y me regala tu sonrisa en la última ventana que aún distingo claramente.
P.

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