sábado, octubre 20, 2012

Es posible

Relativizar el movimiento por la mañana... Buenos días P!
Entender que también el tiempo tiene que ver, definitivamente, con su movilidad o por lo menos con nuestra idea al respecto ha resultado una Epifanía de sábado por la mañana, y al menos por ahora, entre arena volátil, interfones descompuestos y un sol velado tras la cortina, me ha resultado reconfortante.
El cambio, el tiempo, la identidad, el movimiento... La dualidad; las paradojas.
A veces parece que éstas realidades siempre interpretadas, podrían ser parte de un solipsismo a cuestas, incomunicables, perturbadoras, "inexistentes".
Podría pensar en cuentos que empiezan una tarde en un café de la esquina, con el ocaso a cuestas y las manos frías; podría escribir por qué, pesar de todo, me insinué dispuesta a continuar haciendo historia con ella en cada letra, a esperar que el destino me encontrara, a escribir flirteos explícitos en las noches de principios de otoño y regalarnos muertes en secretos lugares de colores vibrantes... Podría escribir como tantas veces una historia que en principio fuese perfecta.
Podría... Las posibilidades siempre se abren ante la menor provocación, hoy sin embargo, prefiero leer las señales de un juego de niñas que se acechan y se descubren a voluntad; incluso es casual pensar en dejar de lado mi idea actual del amor que florece en libertad y sin contratos... Así no, así por qué? Con qué poderes alquímicos le ha dotado la historia, el rumbo, el parque, los libros?
Si, podría escribir tanto como quisiera sobre obviedades que no existen... Sobre las amantes cotidianas, los besos quebrados en las comisuras, los retos ganados y los coqueteos que niego un día si y otro no; podría si quisiera reinventarlo todo a partir de la palabra mía, de la que guardo despacio bajo el colchón de memoria durante meses enteros, podría decirte que tienes razón y es mejor filialmente pasear sin intenciones prácticas de llegar más lejos, podría si quisiera, decirte toda la verdad que aún no mereces para verte correr cual ráfaga y disfrutar entonces de una noche estrellada, de tus pies en polvorosa buscando el regreso a nunca jamás...
Y así, después de intensidad en letras, me abandono a todas las posibilidades en cada gota salubre que recorre mi pecho blanco, me sorbo las ganas de hacerte mía de nuevo, porque nada posee aquel que entiende que no puede ser poseído por nada tampoco.
P.

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