martes, noviembre 26, 2013

Mudanza

La mudanza en realidad empezó hace meses, y así de definitivo como lo marca la raíz, me mude de tanto y de tantas formas. 
No tengo claro en realidad cuando empezó el proceso real de mudarme, aunque claro, hubo eventos catalizadores que permitieron que este proceso me atravesara hasta hoy. 
Mudarme de piel, de casa, de novia, de estado mental, de contexto, de tiempo y de realidad. 
Soy afortunada, el barrio sigue siendo el mismo, las calles aún son muy familiares y el aroma de los árboles del camellón permanece intacto aún por las noches. 
Ahora escribo desde el balcón del nuevo hogar, de este que comienzo a apropiarme y que comienza a florecer en nuevos significados. 
Las palmeras del ventanal son testigas móviles de mi movimiento circular dentro del departamento, de mi ir y venir de la cocina al balcón, del balcón al escritorio, del escritorio a la sala y de la sala a las bolsas llenas de objetos que representan tantas historias acompasadas y no etiquetadas. 
Duele abrir algunas cajas, encontrarme con mensajes claros de mi vida anterior y de las pérdidas sucedidas en el último año, duele percibir el aroma de las historias irresolubles, los pelos del gato que se pegan a la ropa, los objetos comunes que se colaron en lágrimas durante la mañana, los días de amor irrevocable y las manos ausentes que tanta falta me han hecho en todo este proceso. 
Y así, me mudo de a poco en silencio intentando no leer los mismos libros, pero las imágenes siguen aquí, las cortinas son recordatorios constantes, los glaciares y los árboles de viajes que no me pertenecen, el orden esta vez me pertenece y así, intento disfrutar la idea de vivir esto como corresponde y sonreír todos los días a las posibilidades y las lunas que se cuelan directo a la sala de siempre. 
Así es como la vida sigue, así es como las ventanas se manifiestan, así es como la vida se vuelve siempre una paradoja circular y un eterno retorno. 
De aquí a las nubes cercanas solo mensajes de luz y de pasos firmes, de regreso, por hoy, las largas gotas de un ocaso que se detiene justo a las 6 de la tarde y una mueca de luna que saluda cómplice en este nuevo caminar que transforma. 
P. 

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