viernes, marzo 17, 2006

Cuento corto de Invierno

El sonido que atisba el poco aire contenido dentro de una burbuja al salir presuroso de ella cuando es obligado a desalojar su espacio, y tus dedos siguen, una tras otra, en orden al principio, después, te diviertes explotando de dos en dos, una por aquí, una más allá, terminas con tu pedacito de plástico “desburbujeado” y sales a buscar de noche un algodón de azúcar ¿de que color será hoy? Rosa siempre es una opción, pero si esta noche en especial te sientes temeraria tal vez puedas comprar uno azul o tal vez morado!! Te detienes de pronto y observas sorprendida la escena ante ti dispuesta, el azúcar que se transforma, muta en algo parecido al aire que es atrapado al fin alrededor de un largo palito de madera mientras gira y gira formando la golosina dulce que tendrás en un minuto en tu mano, pagas con una moneda de diez pesos y te enfilas rumbo a ningún lugar, observas el algodón de azúcar, te lanzas con una mordida a la punta y cierras los ojos, el azúcar hecha algodón te hace cosquillas en la nariz mientras en tu boca ésta combinación dulce llena de aire se desintegra poco a poco en contacto con la humedad de tus labios, tu lengua… mientras en el algodón pasan mil cosas, pequeñas partículas de saliva recorren presurosas largos filamentos de azúcar, una gotita persigue a la siguiente, los caminos se bifurcan, los colores se intensifican… ríes, das un paso y luego otro, no te detienes, parece que el azúcar te tiene inmersa en una “burbuja dulce”, tu lengua juega ahora con el algodón, arriba, abajo, todo es tan dulce, te sientes tan bien… y de pronto te das cuenta que parecías haber estado en otro mundo por unos segundos, regresas a ti y al conectar de nuevo tus oídos caes en cuenta de que a lo lejos se escuchan algunas notas, esas difíciles de encontrar en lugares inesperados, aún con un mucho de azúcar en tu paladar decides investigar de donde provienen, una, dos tres calles y el sonido no cesa, se hace más claro, más perceptible, llegas a la esquina de una calle que parece conocida, si no fuera por ese parque que surge delante de ti, así pues decides ir a pasear un poco por ahí, te vuelves hacía tu algodón para dar la última bocanada azucarada de la noche, la saboreas detenidamente y de nuevo un paso, otro más hasta que te ves ya dentro del parque que de alguna manera te invita a respirar profundo y buscar, aún no sabes que buscas, ¿en realidad buscas algo? Tu solo saliste a dar una vuelta motivada por burbujas atrapadas en un plástico, en tu diálogo interno hay mil frases fugaces, las dejas pasar y continúas tu camino, muy dentro de ti sabes que si no estuvieras buscando nada, nada te hubiera hecho salir de casa, pero que mejor búsqueda esa que te sorprende al encontrar lo que secretamente se anhela encontrar, y es que además, tu rostro siempre brilla de alguna manera muy especial cuando eres sorprendida gratamente, tal vez eso buscas esta noche, tal vez eso te encuentre porque a la vez te estaba buscando… sientes un poco de frío, frotas un poco tus manos y las metes en los bolsillos de tu chamarra, es una bella noche, todo esta bastante despejado, tanto de personas como de nubes, los árboles desprenden cierto aroma característico de invierno, huele a noche, huele a frío, huele a encuentro. Delante de ti un par de columpios, inmóviles, quietos, pareciera que sin movimiento se mueren un poco, de sientas en uno de ellos, el de la derecha, juegas con la tierra haciendo círculos con tus tenis en ella, escuchas el viento entre las ramas de los árboles, observas a algunos carros despistados cruzando por ahí y tu comienzas a impulsarte hacía adelante y atrás, sientes la caricia del viento en tus mejillas, entre tus cabellos, subes un poco más, te tomas fuerte de ambas cadenas que se sienten delicadamente frías en tus dedos, tus pies hacía adelante, hacía atrás, tu cabello al compás del rítmico juego de tu cuerpo; cuando sientes que has ido suficientemente alto dejas simplemente que el columpio siga su curso sin ayuda, bajas tus manos un poco y te inclinas hacía atrás, cierras los ojos, te disfrutas ahí, el movimiento arrulla y motiva tus sentidos a destiempo, en ese justo momento sientes algo, más bien alguien, ahí junto, esa sensación que todos los animales poseemos cuando no estamos solos, cuando sentimos unos ojos, un alma cerca, te incorporas y de primera instancia encuentras que el columpio junto a ti también se mueve, alguien tuvo tal vez la misma idea de salir a no buscar nada una noche, la misma noche que tu, así mientras tu inercia disminuye el movimiento en el columpio te sorprendes al ver que alguien te reta sin palabras a alcanzar el mismo vuelvo lejano en el columpio de junto, la niña que hay en ti se sentía tan feliz, tus diálogos internos cesaron una vez más y comenzaste a impulsarte de nuevo, las agujetas de tus tenis desamarradas, tus cabellos un poco despeinados y la luz inconfundible en tus ojos que buscaba encontrarse con el rostro desconocido que te invitaba a tal reto tan fuera de lo común, por lo menos a tu edad, por lo menos desde hace 18 años, por lo menos desde hace tanto… así pues comenzaste a volar de nuevo, te despegabas del suelo con más rapidez cada vez, tus pies comenzaron ese vaivén estratégico, de reojo volteabas a ver a aquella desconocida silueta en su vuelo desenfrenado, sin querer te diste cuenta que su vuelo se empalmaba con el tuyo, ambas a la misma velocidad, ambas lejos del suelo, ambas con los pies fuera de la tierra, y ambas al mismo tiempo dejaron de impulsarse, habían llegado lo suficientemente alto, tus ojos cruzaron los suyos, tenías junto a ti a una mujer de una belleza oculta, de esa que te invita a quedarte, de esa que no quiere dejarte, de esa que no has visto antes porque nunca la habías tenido cerca, pero a la vez tan familiar como un sueño de no hace mucho, tal vez es eso, tal vez saliste de casa hoy buscando un sueño, tal vez has tenido suerte y ella soñaba lo mismo, ninguna dice nada y no pueden parar de verse, detenidas por fin en el suelo, la lámpara lejana ilumina sus rostros, sus manos, tu mejilla pegada a la cadena, tu cabeza inclinada y tus ojos que no dejan de embriagarse con cada trazo de su rostro, sonríes. Sus ojos no paran tampoco de verte, los labios se entreabren, parece articular palabra, la besas, no piensas y simplemente lo haces, la sientes y sientes tanto lo que esta pasando, tu cuerpo tiembla, su mano izquierda rodea tus deditos fríos y te besa igual, los tiempos se ven venir, pasan primaveras, veranos… aún hoy están juntas, aún hoy sonríes al recordar con ella, aquel extraño encuentro en el que ninguna de las dos buscaba nada, aunque secretamente ambas saben que morían por encontrarse. De magia están hechos los encuentros que no estaban supuestos a suceder, de búsquedas está hecha la vida, la más profunda felicidad de los sueños cumplidos de maneras intangibles, las sorpresas al encontrar algo mágico que no se buscaba son sublimes pedacitos de cielo.
P.

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